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Joaquín A. Zúñiga Ceballos

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​De niño tuve algunas acuarelas: consistían en un estuche de lata con pastillas de colores incrustadas, en orden cromático. Hice varios intentos aplicando el pincel mojado en agua e impregnado de color sobre dibujos en papel. Cualquier día en lugar de pincel utilice una paletica y esparcí los colores sobre el dibujo hecho en un pedazo de cartulina. Recuerdo que era un dibujo de la bahía de Santa Marta destacando el Morro y Punta Betín.

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Si bien, no obtuve un buen resultado con la acuarela, fue ese el inicio en el uso de pasta opaca para pintar a la que luego seguiría el óleo. Tiempo después, a los doce años, adquirí mi primer y único estuche de tubos de oleo, que aún conservo, y en el que guardo además de los nuevos tubos, alguno de los primeros ya endurecido.  

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